Paso a
paso, camino piedra a piedra, el suelo coloreado del mundo infeliz que un día
soñé y creé.
Intento
tachar, borrar o tirar, toda lágrima mal intencionada que cuente las hazañas de
la nube de pesadillas que un día me quiso ahogar.
Salto lo
más alto que mi cuerpo asume, para intentar sumergirme en la nube más pequeña.
Canto, para
ahuyentar los malos ratos que el destino me quiere lanzar.
Sueño, o al
menos lo intento, con aquel manto rojizo que aquel día coloreé.
Miro a lo
lejos, donde las gaviotas persiguen a la claridad, donde huyen para no ser
escondidas en el manto de la oscuridad.
Caigo a una
velocidad vertiginosa y no veo nada que me pueda acolchar.
Mis
lágrimas desatan una cadena de desilusiones forzadas, donde el manto rojizo se
envuelve de oscuridad, y en aquel mar calmado surge una tempestad.
Gota a
gota, cubro mi rostro cansado y desorientado.
Donde caer
donde gritar cantar…donde soñar.
Creo
haberme hecho esa pregunta más de una vez.
Cada día
intento crear un nuevo color para continuar aquel mural que un día comencé a
dibujar.
Mil sonrisas y ni una lagrima es lo primero
que verás, marcadas con exclamación grito con mi último aliento mis ganas de
volver a crear, cada uno de los sueños perdidos allá en la profundidad.
Siempre es
mala idea volver a aquel mundo creado una vez.
Imposible
de limpiar y ahuyentar a los ladrones de la claridad, mi mundo fue robado por
la oscuridad.
Hoy desde
lo alto de la pequeña nube del cielo infinito, se puede observar, la sonrisa
más pequeña de mi mural.
Lo siento
por no enfadarme
Lo siento
por no gritarte.
Perdóname
por sonreírte o susurrarte.
No me hagas
caso cuando te cante o cuando te observe.
No me mires
cuando te agarre.
Cierra los
ojos y déjate llevar.
Déjame
continuar mi mural, que así llegare a la felicidad.